Llegamos ahí por casualidad. Si bien esa cuadra hay bastantes lugares para comer, una persona que trabaja ahí te invita –sin invadir tu espacio– a entrar y eso hicimos. Si bien es un lugar limpio, con toda decoración de madera(como todo lo del sur) parece tranquilo pero no. Resulta que en el piso de arriba hay un lugar para que padres y niños coman y los pequeños luego puedan jugar con una especie de juegos varios. Al principio notamos ruidos normales pero después se tornó a molesto. Tenías que hablar más fuerte de lo normal y para mi, que presto atención a la música, pasaban bachata bajito y un cd que se repetía constantemente –10. La comida? Bleh, pedimos una milanesa a la napolitana(grande por cierto pero el queso gratinado hizo que esté en partes dura), pastas(eso si estaba sabrosa) y yo quería probar la trucha. No puedo comparar el sabor ya que fue la primera vez, pero tenía demasiada salsa de hongos que invadía sabor del plato y al ser chiquita las espinas se tornaban a molestas, por lo que no llegue a terminar el plato por cansancio. La atención fue buena y los baños estaban limpios. Volvería? No, elegiría otro lugar para probar. Pero para los que tienen hijos quizá le parezca práctico.