Anconetani Hnos

Anconetani es una palabra que empieza con A de acordeón y esta cuadra del barrio porteño de Chacarita debería llevar ese nombre, propuesta que dejo asentada al principio de esta reseña.
En 1897 nació en Italia Giovanni Anconetani, quien se dedicó a construir acordeones, siendo además un destacado instrumentista en este campo, creando un registro de notas.
En 1912, buscando mejores horizontes, llegó a la Argentina, casándose y fundando en 1918 el local que lleva su apellido y perdura actualmente. Chacarita no era lo que es hoy y ya comenzaban a llegar a esta fábrica y taller músicos de Argentina y otros países, ya que no había otro establecimiento similar en América del Sur.
No solamente fue un fabricante sino más que un amigo para sus clientes, que respondieron con un merecido afecto y reconocimiento.
En este local trabajaron junto a él su esposa e hijos. Allí se hacíà la producción integral del instrumento, de manera artesanal, con la mejor dedicación.
Pero no solamente eran profesionales en esto sino también músicos. Así se forma la Orquesta Característica Anconetani, que interpreta diversos géneros musicales. Este conjunto, que tuvo una vida superior a las tres décadas, actuó junto a artistas como Aníbal Troilo, Juan D’Arienzo, el maestro Osvaldo Pugliese y otros que sería largo nombrar.
En 1941 muere Giovanni. La noche del velatorio sus hijos, junto al féretro, prometieron seguir con el establecimiento y el arte de construir y reparar acordeones, lo que cumplieron fielmente. Así lo escuché decir a Nazareno, quien falleciera con más de 90 jóvenes años en 2013, en varias oportunidades durante reuniones públicas en las que mostraba su arte como instrumentista, como lo hiciera entre otros lugares en la orquesta de Oscar Alemán y siguió deslumbrando con su arte en platillos de música de jazz.
En 2014, cuando se escriben estas líneas, siguen sus sobrinas y su nieto al frente del lugar.
Mucho deben a la familia Anconetani artistas que lo han reconocido, como Antonio Tarragó Ros, Chango Spasiuk y muchos chamameceros, además de quien fuera Pipo Pescador y hoy intérprete de tangos para adultos, solamente nombrando algunos.
A este tesoro de la industria musical se suma el Museo Anconetani del Acordeón, fundado en 2005 en un edificio contiguo, donde podemos ver instrumentos que muestran la evolución durante más de un siglo de esta forma de hacer música.
Si visitamos este museo veremos no solamente acordeones de distintas épocas sino también fotos y afiches de la Orquesta Característica Anconetani, además de partituras de la década de 1930, incluyendo una del tango «Che, Anconetani», dedicado a este artista.
En un televisor pueden verse programas dedicados al museo, como varios de Canal Encuentro.
Durante la semana hay visitas a este lugar no solamente de personas individuales sino también de escuelas y colegios.
Aquí comparto una experiencia personal, ya que vi a Nazareno varias veces en un escenario frente a la fábrica, rodeado de seguidores y vecinos, con más de nueve décadas de vida.
Es que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se celebra todos los años, entrada la primavera, por lo general a principios de noviembre, la Noche de los Museos.
Esa noche se levanta un escenario frente al Museo Anconetani del Acordeón y durante entre cuatro y cinco horas, a partir de las 20:00 (es un sábado) se presentan músicos, en su mayoría acordeonistas, pero también de jazz y cantores, así como coros. Nombrarlos sería crear una expectativa que quizás no pueda cumplirse, pero puedo asegurar que es un espectáculo imposible de ver en otro momento y lugar, por la coincidencia de artistas y por el costo que tendría.
Desde que conozco este lugar, en la Noche de los Museos no me enganchan más para ir a otro lado con el rebaño que sigue a la multitud. Estatuas, cuadros, esculturas, toda otra obra de arte no se moverán y pueden esperar; aquí hay vida y movimiento pero sobre todo arte, amor y admiración a esta familia que creó un lugar que seguirá mucho tiempo.
Por ello, recomiendo esta opción para esa noche: ir al fin del atardecer, llevar gaseosa y chegusán e instalarse en una de las tantas sillas de plástico que están en la calle, con el tránsito respetuosamente cortado. Quien lo haga no se arrepentirá y vivirá una experiencia que quedará en su memoria y corazón para siempre.
Si te gusta la música, si querés ir a las raíces del acordeón, no podés dejar de visitar este museo. Si tu objetivo es comprar uno de estos instrumentos hacelo en esta fábrica con confianza, así como si querés repararlo. No encontrarás producción industrial a lo Toyota sino dedicación individual a la persona que se acerca y a lo que trae, ya que a través de esto cada artista se expresa en plenitud y es valorado como corresponde. Alberto Auné