Cuando fui por primera vez, te atacaron con un servicio inmediato. Los cubiertos tapados por una servilleta, la consultaron el tipo de bebida que deseaba, y comienzo la atracción principal, todos los pizzeros que trabajan tienen su estilo, pero todos tienen muñeca, ingresas la maza, van al otro lado de la mesa, ya preparan el otro pedido. Apoya la punta del cuchillo y con dos golpes cortan la pizza a la mitad, un pequeño golpe y queda cortada en cuatro, terminan con el último corte, para terminar con la perfecta proporción del perímetro, levanta la tabla y cierra la caja, con dos golpes en la mesa, como si fuera un timbre, anuncia que el pedido ya está lista, instantáneamente se acerca el mozo y realiza unos gritos con un par de códigos, y el pizzero comienza a realizar lo solicitado, antes de empezar con el mandato, asoma la cabeza en la boca del horno y con un caño muy largo saca lo que pediste, humeando, la apoya en un plato, mueve la mano y empuja sobre la mozzarella una aceituna aceitosa, y lleva la porción con la punta en dirección a la persona. El problema de estos lugares es que la carrera por la mejor pizza es furiosa y nadie tiene la última palabra. Pero para tener una referencia, se puede equiparar a una porción de Cuartito y el Imperio de la Pizza. Pero la degustación se lo gana, la velocidad y la precisión con la que trabaja el encargado de turno, donde parece que la gravedad de la tierra no les afecta, porque nunca se escucha nada que cae, ni una bandeja, ni una lata, ni un trapo. No hay un minuto que se queden quieto y tienen pocos pestañeos en muchos minutos, hacen lo que les pedís en pocos minutos. Los concurrentes, no niegan el bello ambiente que se forma, tanto para los hombres que se sientan mirando la televisión y como para las mujeres tienen las múltiples ventanas para mirar hacia afuera, desde la izquierda del local pasan los colectivos de la línea 95, que migra personas desde Avellaneda que se pierden una bienvenida para el paladar, si bien no es la primera imagen que chocan cuando pasan el límite de capital, si puedo aventurar que es el mejor lugar para comer, antes de llegar al trabajo.