Librería de usados

Caminando esa larga vereda que alberga la emblemática estación Lacroze, entre una parrilla y un local de antigüedades con el cual comparte la dirección se encuentra una librería de usados bastante especial. La vidriera, enteramente dedicada a los libros, muestra la esencia de un local de su rubro: literalmente (y literariamente, claro) hay de todo: libros clásicos de literatura, manuales, publicaciones tipo folletín, viejos libros escolares (y digo realmente viejos), ensayos de teorías olvidadas o superadas, textos emblemáticos.
Tiene la particularidad de un horario de atención bastante laxo — quiero decir, a veces abre, a veces no. Vale la pena el intento: adentro la variedad se respeta e incluso se expande. Hurgando un poco he encontrado libros que ya ni se consiguen ni se editan a excelentes precios, y otros días he pasado al menos media hora sin que alguien viniera a preguntarme nada: la idea del local es que un poco te encuentres con tu próxima lectura así, inesperadamente, y para eso se necesita poder mirar hasta que algo te llame. Este es uno de esos lugares para dejarse elegir por un libro.