Lucio

Soy bastante fan de Lucio. No del restaurante, sino de su comida que pido asiduamente por delivery. La cocina de Lucio cumplió en todos los platos que he pedido. Desde sus platos más elaborados, pasando por las inumerables opciones de pastas, para finalizar en las pizzas; todo es muy rico, fresco y abundante. Los puntos más altos de su menú son el fricasé de lomo a la mostaza, la pizza de jamón y morrones y los sorrentinos de ricota con salsa bolognesa.
Ahh para! Me olvidaba… Las medialunas son, lejos, las mejores del barrio. Pero lejos eh. Grandes, carnosas, dulces, gustosas. Una exquisitez.

Si todavía no empezaste, enterate que en el 2014 –el año del mundial– la onda es recordar lo bien que estabas en el mundial anterior y deprimirte un poquito. Uno de mis recuerdos es haber ido a comprar dos docenas de medialunas en Lucio para el primer partido Argentina-​Nigeria. En ese momento las medialunas costaban la friolera de 2,50 y Maradona era el DT de la selección.
Ni bien me mudé en el barrio una amiga me dijo que tenía suerte de vivir en la zona de Lucio: las mejores medialunas de capital estaban ahí. Y así fue. Las medialunas de Lucio son REALMENTE ricas. Si vas en horarios razonables, las medialunas están calientes porque los tipos están constantemente sacando bollos del horno. Las medialunas tienen una masa espectacular, esponjosa con buena cantidad de manteca; buen almibar y son lo suficientemente grandes como para llenarte con tres –si comés más el riesgo de destrucción de estómago aumenta bastante-​.
Comprar medialunas en Lucio tiene un gustito especial, es como comprar algo clandestino: entrás por una puertita alejada más chica que la entrada y que cuesta empujar, te atienden con monosílabos –palabras que no son monosílabos: hola y gracias– y te entregan por factura un papelito chanta que dice «no válido como factura» si sos tan revolucionario de pedirles la factura, habrá cara largas. Aún así, uno se la banca –como Seinfeld con el Nazi-​soup– porque, realmente, estas medialunas son de las mejores de la ciudad.

A lucio fui, durante cuatro años, cada sábado, domingo o día de semana que quería comer sin que nada falle.
Cuando me mudé del barrio seguí yendo por lo mismo, pero más esporádicamente. Lucio no puede fallar: la pizza es riquísima, las pastas también, las minutas, risottos, carnes, lo que pidas te va a dejar conforme.
Claro que no es alta cocina ni vas a salir de ahí habiendo probado algo nuevo y exótico, pero vas a salir satisfecho.
El precio está bien, el salón es amplio y siempre limpio.
Los mozos son correctos y rápidos, mozos de años en el rubro.
Las medialunas muy ricas, ir a la tarde a tomar el té con el diario puede ser un plan de anciano, pero está buenísimo.

«Pizzas y pastas» dice el cartel de la esquina de Scalabrini Ortiz y Güemes. Puedo asegurar que jamás entré al salón principal de Lucio, frecuentado por grupos de señoras que se juntan a tomar el té, parejas mayores que almuerzan o cenan (temprano, tipo 19.30 ya hay varias mesas ocupadas) y varios solitarios que eligen su rincón ahí para comer. Y nunca comí pizzas ni pastas.
¿Y entonces a qué voy a Lucio? Por las medialunas de manteca, señores, las mejores que pude encontrar en el barrio hasta el momento. Sobre Güemes hay una puerta más chiquita por la que se entra a una pequeña sala y desde donde se ven los hornos. Por ahí despachan los pedidos del delivery y las bandejas repletas de medialunas. No son baratas (la docena $ 49, la media $ 26, la unidad $ 6) pero son tan tan ricas. Demasiado pegajosas para mi gusto, pero bueno, te chupas los dedos y ya.
Consejo: si justo pasaste cuando salían del horno (suele pasar, trabajan mucho), tené paciencia, mirá para otro lado y esperá a que se enfríen un poco. Si no, caen bomba. También hacen budines, pan dulce para las fiestas y otras facturas, pero nunca pude probarlas porque caigo rendida al encanto de mis favoritas.