De afuera, parece(y quizá lo es) un sucucho. Las paredes están escritas con tiza(sin fines de diseño), está todo pintado de un naranja brillante y tiene un toldito medio venido abajo. Pero Suckewer tiene un gran ventaja: su open kitchen. Ok, probablemente esté así dispuesta por razones de espacio, pero de todas maneras, le sirve al consumidor para verificar la frescura de sus ingredientes y los métodos de cocción. Destaco especialmente los woks, que rondan los 70 y 100 pesos(desde pollo a camarón) y son hechos a pedido, en el momento. Las tartas también tienen buena pinta, como si recién las hubiesen sacado del horno. Es un sólido 3.5 estrellas. Vamos a redondear para abajo, pero destacando que sus platos nunca me decepcionaron.