Fuimos a pasear a Cariló, se hizo tarde para comer y terminamos acá. Fue de terror. De por si la moza tardó en hacerse presente para darnos las cartas. No nos fuimos porque ya le habíamos entrado a la panera. Pedimos unas rabas que hubo que devolver porque tenían gusto y olor feo, probablemente debido a el uso de aceite viejo. Yo pedí un sándwich de jamón crudo que era imposible de comer: el fiambre era gomoso y ancho y no era fácil cortarlo con los dientes. No lo terminé. También habían pedido un sándwich de pollo bastante mediocre, y unos ñoquis a la bolognesa que creo que fue el plato que más zafó. Caro y cobran 20 pesos el cubierto.