Es de esos bares de los que hablan en las canciones, de borrachos y de bares, en las reseñas nostálgicas de revisionistas de barrio, un bar que en su desvencijado cartel raído por el sol se lee todavía «café, tragos, billares, sandwichs». Es el bar para tomar cortados, tomar vino con soda y pedirse un licuado de durazno al agua con un sánguche de salame en pan francés. Sin protocolos, sin corsets, entre amigos históricos. El bar se ubica en la arteria que divide Alta Córdoba de Cofico, tiene una entrada grande a un salón con mesas de plástico y sillas plegables, una barra típica de los 60, o 70, y al fondo la magia, las mesas de billar. Es común ver grupos de gente mayor chivatear como adolescentes mientras juegan horas y horas, y en esas mesas también se ven caras«famosas», tanto de la zona como de la historia de Córdoba, humoristas, cantantes, escritores, el bar se alimenta de «habitués» y de esas mesas con millones de partidos encima. Debería ponerle más estrellas por estas cosas, pero esa cosa de bar fiero y venido a menos le queda bien y con 3 es suficiente.