En medio del ruidoso centro, y adentro de la colorida y alborotada Galería Gran Rex, este bar se destaca por lo simple y blanco que es. Es encantador. Entrás y sentís que vas a manchar algo por el sólo hecho de existir. Parece una casita de muñecas. No hay nada de color, en serio, es maravilloso. Es chiquito, hay un par de mesitas y sillones. Todo en diminutivo porque eso te genera un espacio así. Es de esos lugares donde te sentarías con un vestidito blanco a comer un cupcake blanco, pero bueno, yo mido dos metros y quiero comer diez medialunas. Se puede desayunar, almorzar y merendar. Hay café, cosas dulces, licuados frozen y tartas para el mediodía. Hay sanguches con mayonesa casera que son muy ricos y llenadores. Es un lugar como para ir a tomar algo con amigas y charlar. No es muy espacioso, así que si sos muy sociable y tenés más de tres amigas andá a otro lado. Lo feo del lugar es que la vista es, bueno, la galería. Pero ahí adentro te sentís en otro lado así que todo bien.