Allí vamos con Rebeka a comprar la pipeta cada mes, o a buscar alimento balanceado. Ella ya conoce el camino y entra sin miedo, porque a veces se empaca cuando se acerca a una veterinaria. El chico que atiende, amante de los perros y buena gente, siempre le da alguna recompensa después de ponerle la pipeta por todo el lomo, y se la lleva con la correa hasta la balanza y anota en la ficha que siempre pesa lo miso, entre 14 y 15 kilos, está bien alimentada y es sana. Pero, hace poco, tuvimos un problema extraño de alergia y resultó que era la comida, nunca lo hubiésemos pensando, aquí lo descubrieron. Son expertos en alimentación y tienen marcas que solo son de veterinaria. No todos los perros funcionan igual, como los humanos, ya ella le hizo mal al hígado un alimento en particular. Amablemente me vieron a buscar la bolsa y me la reemplazaron por otra que soluciono el problema. La veterinaria que atiende allí, o vas los días que hace consulta, o la llamas a casa y viene a vacunarla a domicilio. Siempre están atentos a cualquier servicio, como el que nos proponen de peluquería y bañado cuando la ven hecha un desastre, porque es una perra libre y anda vagabundeando, le duraría un minuto, pero vemos salir perritos de casa para la foto.