Ese Bar quizás a ti no te dice nada, a mí me dice mucho porque es un lugar de encuentro. Ya sé que no se ve como algo nuevo, reluciente y con las comodidades que se ofrecen hoy en día. Pero en su modestia es muy agradable. Pero no me importa, porque aquí hacen el mejor café del mundo para mí, aquí me leo el periódico, y aquí cuando estoy solo vengo a comerme un pizza al molde que les aseguro le haría competencia a más de una. Adoro los bares antiguos, estos que permanecieron mientras las ciudades crecían y se expandían y a pesar de cambiar de dueños, tienen ese no sé qué nostálgico que por tradición se fueron contando. Somos como familia, vamos los mismos, y de vez en cuando entra gente nueva. A la noche se llena de gente de todas las edades que busca lo mismo, un simple y sencillo bar donde pasarla bien, poder sentarse en la calle si así lo desea, y que la cerveza ese bien fría. Se habla de fútbol, de música, de política, del barrio y les aseguro que yo me paso muy buenos momentos. Jamás despreciaría los viejos bares, me encantan.