Tengo unos amigos que siempre que nos tenemos que encontrar me hacen esperarlos, son tan impuntuales. Esperarlos: eso hacía hoy por Santa Fe y Dorrego. Pero esta vez la espera estuvo marcada por una diferencia, la de tener muy cerquita una muestra más del arte urbano rosarino. No le puse un título porque me temo que todavía lo estoy descifrando. No sé si es el interior de un volcán, si es un laberinto circular o un camino a ningún lado. Probablemente, y esto es lo bueno, cada vez que pase por allí se me antoje que es algo distinto, porque va a tener que ver más conmigo que con el mural en sí. El intento de interpretarlo me deja muy al descubierto. La chica que se ve en la foto parece que andaba con el mismo dilema que yo. Me limito, pues, a invitarlos a pasar por Santa Fe al 1800 y ver si le encuentran la vuelta.