Pasaje Santa Cruz

Soy fanática de los lugarcitos escondidos que parece que te transportan fuera del espacio y del tiempo ordinarios. El Pasaje Santa Cruz es claramente uno de ellos.
El Pasaje tiene apenas una cuadra de largo y conecta las calles Alem y Ayacucho a la altura del 1100. Es angosto, apenas lo suficientemente ancho para que haya una fila de autos estacionados y una de autos circulando, aunque la verdad casi ningún auto circula nunca por ahí: apenas los habitantes de la cuadra y alguno más ocasionalmente.
Además del poco tráfico, todo en su diseño invita a sentirse fuera de la época en que vivimos y algo así como dentro de un libro de historia: los adoquines de la calle, las veredas angostas con árboles siempre verdes de un lado, el hecho de que esté en bajada (o subida, si empezamos a recorrerlo por Ayacucho). No todas las casas son antiguas ni mucho menos (de hecho algunos edificios bajos tienen su entrada por el pasaje), pero en la esquina de Alem hay una casa de ladrillos vistos que me gusta mucho y que lo hace más pintoresco todavía.
Si andás por la zona, date una vueltita y disfrutá de la paz un minuto. Yo sé lo que te digo.

El pintoresco pasaje Santa Cruz, lleva el nombre de un custodio de la Batería Libertad, que junto a la Batería Independencia, protegían a la ciudad del paso de naves realistas. El pasaje se creó buscando hacer una bajada al río, en una zona de barranca natural.
Hoy en día, cuando uno baja desde calle Alem, se encuentra a su derecha con la Plaza Santa Cruz, una pequeña plazoleta que he reseñado con anterioridad.
Me gusta mucho la tranquilidad que uno advierte en éste lugar, tan próximo al centro y al Monumento, donde la dinámica es de un tránsito constante de gente y vehículos.
El pasaje conserva los adoquines de antaño, que usaban los barcos como lastre, y apenas alguna que otra construcción, como la preciosa casa que hace esquina en calle Alem.
Recomiendo hacer un alto cada tanto para bajar por esta callecita, con unos mates.