David(bueno, realmente nunca le pregunté al dueño si se llama así, pero tiene cara de David, así que para mí eso alcanza) y su mujer son los que te salvan cuando por muy MacGyver que te pongas, no sabés cómo solucionar los pequeños problemas con zapatos y carteras que todos tenemos de vez en cuando. Porque aunque se llame«taller de calzado» no se dedican sólo a eso; ellos se encargan de todo: cambiar cierres, coser cuero, arreglar tacos, cambiarle las gomitas de abajo a los zapatos, coser o cambiar abrojos, arreglar zapatillas que parecen irrecuperables, arreglarte las manijas de esa cartera que no da más pero que querés seguir usando. El local es pequeño, muy pequeñito, así que si hay alguien adentro vas a tener que esperar en la vereda. Los arreglos los dejás señados y los pasás a buscar al día siguiente si es sencillo o un par de días después si es más complejo, porque viven tapados de trabajo. Y hay un cartel bien a la vista que dice que si después de un mes no vas, perdés la seña. Además venden betún, cera para zapatos, cordones(casi todos blancos o negros, lo clásico, nada de cordones de colores flúor), suelas y plantillas de todos los números. Y si no lo tienen te lo consiguen, y la próxima vez que te ven pasar por la vereda te paran y te avisan. No sé que piensan Uds., pero para mí que soy una inútil en estas cosas, tener un taller de calzado bien a mano es fundamental.