Una de las razones por las cuales me encanta México es por la existencia de estos lugares. En una panadería cerca del centro histórico se encuentra al mismo tiempo una lonchería digna de reseñar. Como su nombre lo dice, es una joya. Llegas al lugar, siempre lleno. Debes de ubicar en la barra a la chica que levanta las ordenes. Después de haber mirado el menú, pegado en la pared, decides ordenar. La chica puede tomarte la orden de memoria al momento o decirte que esperes. Tú te paras por tu plato y a disfrutar se ha dicho. Los chilaquiles los sirven realmente calientes, puedes terminarlos de comer y siguen calientes. Una vez de haber disfrutado tu platillo, te acercas a la misma chica y le dices lo que has comido, ella te emite tu ticket que debes de ir a pagar a la caja de la panadería. Una vez pagando, cosa que no entiendo pero que amo de la cultura latinoamericana, debes de volver con la misma chica que te atendió a darle el ticket que has pagado. Este fenómeno social entorno a la comida es digno de compartir con algún extranjero. El sazón no es el mejor pero en una urgencia de comida y con poco presupuesto, este lugar será la joya del día.