Café D’Val

El café más rico de la zona. La amabilidad de una de las meseras que cada que vengo me saluda muy ameno. Los mejores chilaquiles que probarán en su vida

Visito este café desde que era un preparatoriano asiduo a los libros y las largas charlas. Ahora lo frecuento con mis alumnos para tener alguna sesión extra aulas y beber un excelente café o una buena cerveza. Los precios son bastante accesibles y el servicio gentil y eficaz. Es un lugar que no tiene grandes lujos ni demasiadas pretensiones. Y es precisamente en eso en qué radica su encanto. El café y la atmósfera hacen que valga la pena. Los chilaquiles por la mañana son ahí un platillo sencillo pero sabroso. Por las tardes es idóneo para un buen partido de ajedrez o una discreta junta de trabajo aderezada con una taza humeante. Abren desde temprano. Estacionarse es un tanto complicado pero vale la pena decir que el establecimiento está muy cerca de la estación Juárez del tren ligero. De mis sitios preferidos. No cabe duda.

En el D’val aprendí a tomar café del bueno. Ahí me vi metido en una o dos sesiones de talleres literarios (ahora los veo como algo bizarro), enfrascado en discusiones sobre libros o cuentos, las mujeres y la vida; en prolongadas partidas de dominó en la parte «tras bambalinas» del lugar…
Recuerdo un episodio más reciente (ya cuando sólo se podía fumar en un apartado patiecito del lugar, ahora ya ni eso) en que escribía en mi compu con un café y una Pacífico (en lo que se enfriaba poquito el primero y se ponía a punto la segunda), cuando llegó un señor vendiendo discos mp3… Me puso vasta colección de material (como varios discos del guitarrista John Williams, y uno de música mexicana de cámara –sin madre-​) los cuales compré sin chistar, no sin que antes me sugiriera por lo bajito: «También traigo películas porquis», lo cual me pareció demasiado surreal.
Volviendo al tema, naturalmente, el café americano que tienen es muy recomendable. Y si andas en ánimo temerario, o vas a tocar maracas, o bien, necesitas estar despierto durante dos días, bebe a muy breves sorbos un expreso doble.
Además, valen la pena los molletes salados y dulces y/​o los chilaquiles rojos con frijolitos y bolillo, acompañados del oscuro brebaje, o con un jugo de naranja.
Actualmente, además de lo que ofrecen como restaurante, venden comidas corridas en paquete de plato fuerte, sopa del día y agua fresca, con platillos como carne en su jugo, chiles rellenos, espinazo o albóndigas.

Este es uno de esos cafés antiguos de Guadalajara, lo que muchos denominarían como un «café de viejitos», por aquello de su longevidad y porque sí va mucha gente adulta. Sin embargo, contrario al uso que la gente da a esta expresión, es un lugar bastante agradable y tranquilo, ideal para tomar una buena taza de café y leer, charlar con amigos, desayunar, comer o simplemente mirar pasar a la gente por el gran ventanal.
El café sí es muy bueno y barato, una taza de americano cuesta 22 pesos nada más y hay paquetes económicos para desayunar y también hay platillos para la hora de la comida.
Sólo he ido una vez, luego de que muchos de mis amigos, de mi misma edad, me lo recomendaran y la verdad pienso volver pronto.