Nunca había ido a un negocio de estos que atraen como miel a las abejas a los adictos de los sabores ácidos y picantes. Envases que rebosan de papas, gomitas, verdura picada y demás accesorios que nadan en ríos de clamato, limón, salsas especiales y maggi te transportan a un lugar donde no hay más preocupaciones que dotar a tu cuchara con la cantidad adecuada de cacahuates, papas, fruta y dulces para hacer de cada bocado algo especial. Sabor incomparable, atención excelente. Cada quién se prepara su vaso como le plazca, así que es un lugar de plena libertad. Una vez seleccionados los componentes se les puede dar una buena batida en un bote destinado para este fin. Y se remata tu vaso loko con una banderilla de tamarindo y una paletita helada del sabor de tu preferencia. Sin lugar a dudas volvería, es un lugar medio pequeño pero con un gran atractivo.