Great food and service Prices were reasonable for the level of service and food
Joaquín Q.
Rating des Ortes: 3 México, D.F., México
Cualquiera que vaya por Mazaryk en las noches se dará cuenta que el lugar invita a por lo menos sentarte. Habíamos pasado varias veces y comentamos lo bueno que sería ir a cenar ahí. Un lugar con grandes ventanales, luz cálida y siempre con mucha gente. Finalmente, ese día llegó. Llegamos a tiempo para la reservación ya acordada con su debida anticipación. Nos recibieron el capitán y dos mozos, perfectamente vestidos y presentados, con pinta de extranjeros y una sonrisa de oreja a oreja.(Los tres) Nos acompañaron a nuestra mesa, y en el camino me percaté que el resto de los comensales vestía muy formal. El 90% de los hombres de saco y corbata. Yo iba de camisa y pantalón de vestir. Nos sentamos en unas mesas que parecerían fueron hechas para un bar. En una ambientación que intentan parezca a un barco italiano. Yo me sentí en un salón de los cuarenta a punto de ver a María Félix o Pedro Infante. La vajilla completamente retro, grandes cortinas blancas, un candil digno de algún palacio del centro, y el staff pareceríà la tripulación de un crucero. No pude dejar de observar a los dos miembros de la mafia rusa bebiendo champaña. O al director de alguna empresa invitando a cenar a su analista consentida. En general la media de la gente ronda los 50 – 60 años. Llegó la carta. Personalizada con la fecha del día. Cuando la vi, pensé que hubiera sido mejor ir después de haber recibido el aguinaldo. Los platos fuertes rondan arriba de los 500 pesos y los más accesibles, son entradas o pastas de 200 pesos. La carta de vinos, muy completa, incluye tintos franceses cuyo promedio por botella ronda los 37 mil pesos. La joya: Un Petrus Pomerol 1996 de 133,900 pesos.(No se me fue un cero, el enganche de un coche, la remodelación de una casa o las vacaciones de la familia o la educación de un niño por un año están en esa botella.) Pedimos pues. Con una atención pristina el staff estuvo siempre atento a nuestras necesidades y preguntas. Dos italianas, distintas en las dos ocasiones fueron las encargadas de aclarar todas las dudas. Pedimos un tartar de res que no tuvo nada extraordinario. Acompañado de pan de la casa(exquisito) para después recibir la pasta extraordinaria en su sabor y calidad que te sirven al momento que te la traen. Del plato grande, pasan al plato chico y por la porción del mismo pareciera que comes dos veces.(Está bien, acepto que esto último sonó muy miserable, pero así es.) Terminamos de comer y a pesar de que el mantel estaba limpio, lo volvieron a cambiar.(Lo que me hizo pensar que no son muy conscientes del gasto de agua en esta ciudad con tantos problemas para traerla.) A pesar de que en el 99% de los casos, en este tipo de restaurantes el staff es masculino, aquí pudimos ver los dos sexos. Lo que nos dio mucho gusto pues son incluyentes. El restaurante tiene a todo el staff pendiente de las necesidades del comensal. A quien sea que le pidiéramos algo, estaba ahí para atendernos y sin chistar cumplir con lo que se ordenara. Al final recibimos la cuenta y mientras nos cobraban una del staff nos comentó que esta propuesta es global. Esta misma versión también está en Abu Dhabi, Moscú, Nueva York, Miami o Venecia Lo que nos hizo sentir globalizados y contentos de haber vivido la experiencia Cipriani. Cuando salimos también nos percatamos de todas las escoltas esperando a sus patrones salir del restaurante. Algunos comiendo una torta o fumando un cigarro en esa noche lluviosa y fría que ya son una costumbre en los veranos de la Ciudad de México. También nos acordamos de la realidad que vive este país. Agradecimos como siempre y nos fuimos. Posiblemente regresemos… En diciembre de este año(una vez que hayamos recibido el aguinaldo) Si la empresa paga o si algún amigo se saca la lotería. Va a ser un buen lugar para celebrar.