Claudia Aderman

En medio de una calle donde sólo hay casas y negocios prácticos (tiendas de abarrotes, tortillería, tlapalería), se encuentra esta pastelería encantadora. En cuanto la abrieron, llamó la atención de los vecinos por su pura bonitez. Yo quise conocerla desde la primera vez que pasé enfrente, pero pasaron varios meses antes de que la visitara; esto se debe a que está en una calle angosta y concurrida, donde no siempre hay dónde estacionarse.
La primera vez que fui, estaba buscando un pastel para el cumpleaños de un compañero de trabajo. El lugar olía increíble, a azúcar y pan, y todos los pasteles se veían ricos y hogareños. Compré un panqué de zanahoria y fue un éxito rotundo. He ido otras dos veces: la primera, compré un panqué de blueberry que estaba absolutamente delicioso; la segunda, un panqué marmoleado bastante malo, lo cual fue una gran decepción (la parte blanca estaba muy salada, así que sabía raro y nadie se lo quiso comer). Considerando que la pastelería es cara, resentí la inconsistencia en su calidad.
También venden galletas, mermeladas y algunos artículos delicatessen y decorativos (tacitas, por ejemplo). Tienen un servicio de florería y ofrecen pasteles personalizados y ambientación de eventos. Por ejemplo, creo que es un gran opción para las charolas con dulces, galletas y aguas que algunas mamás piden para recibir a los invitados cuando nacen sus bebés.