Gallegos Relojería

Mamá solía traerme cuando morro. Ya tendrá unos veinte años… Igual en ese entonces, no le vibraba tanto comprarse unas pilas de metro, por lo que nos movíamos de manera frecuente a este lugar. Arquitectónicamente, este sitio no ha cambiado nada. Las manecillas de los relojes avanzan y se detienen de forma sempiterna, casi casi, un suplicio ruido infernal las mantiene unidas, conectadas por el latido que las vincula. El don, un viejito con crónicas del pasado en su cabeza y en su muñeca, es tan atento como si nunca hubiera existido la palabra prisa en su vocabulario. Guarda cierta fascinación por los relojes cucú, aunque se especializa en los de cuerda. De cualquier modo, él te garantiza la reparación y la cirugía exitoso de tu herramienta, ya sea digital o no. Como anciano, conoce la necesidad de la gente por el tiempo; piensa que los seres humanos fueron creados a partir de moléculas de tiempo.