Este lugar es un poco reciente, ya que fácil hace un año que pasé por este lugar y no estaba. Pero al entrar, la señora que me atendió, se portó muy amable conmigo a pesar de yo ser de los que usan cola de caballo, arête, lentes oscuros, barba y bigote. La señora me ofreció la carta y me dí cuenta que la comida que proporcionaban no distaba mucho de ser la típica comida de las abuelitas. Caldo de pollo, milanesitas y todo bien preparado con ese sazón casero que tanto nos gusta a muchos. En la parte exterior tienen un refrigerador grande que bien puede servirles a todos los transeúntes, ya que venden jugos, licuados, yogurts y pequeños snacks para matar el hambre.