Aunque yo lo desconocía, me han dicho que este restaurante es muy conocido; lo ignoro, pero ya que cotidianamente estoy cerca de él, tenía que entrar y verificar por mi propia cuenta la causa del supuesto renombre. Para empezar, el interior es sumamente amplio, muy iluminado y con el techo a unos cuatro o cinco metros de altura. Como restaurante me parece más o menos formal, tiene servicio de bar con una cantina y numerosas marcas de botellas a la vista. Los sopes, motivo central de mi visita, efectivamente son algo especial: ofrecen una gran variedad de ellos, y aunque los precios están muy por encima de lo que se acostumbra pagar por ellos en un puesto de garnachas, es que el tamaño y el contenido también es mayor. Yo pedí, por ejemplo, un sope con cochinita pibil: la cochinita va servida con generosidad, y aunque está algo lejos de constituir para mí una comida completa; acompañado de una sopa caliente lo consideraría una comida frugal, y sabrosa.