Mix-up, Zona Rosa

Mi adolescencia transcurrió entre tiendas de discos. Cada fin de semana acudía a algún bazar, al tianguis del Chopo, a Tower Récords, a cazar la música que entonces todavía se imprimía, se vendía y, sobretodo, se escuchaba con cierto respeto. Había algo de místico en esos recorridos. Uno salía a buscar un álbum y encontraba maravillas que no conocía o que pensaba inalcanzables. Entonces Mix-​up, y sobretodo esta sucursal, eran una de las más grandes tiendas del centro de la ciudad. Uno venía aquí a perderse, a encerrarse por horas recorriendo los estantes de novedades, clásica, alternativa, en español, latina, jazz. Uno salía más pobre y más contento y el mundo estaba en orden.
Los tiempos están cambiando, canta Bob Dylan. Hace unos días visité de nuevo este Mix-​up. Hace años que no compraba un CD: el término «disco compacto» suena ya tan anacrónico, tan lejano a todo. Fue como visitar unas ruinas. La variedad se ha extinguido y también la emoción. En un mundo en donde internet es omnipresente, ‘qué sorpresa puede ofrecernos una tienda discos? Y sin embargo, la nostalgia de aquellos buenos días, revisar los estantes de nuevo, disco por disco, alfabéticamente, me hicieron comprar un par de esa música empaquetada en esas extrañas cajitas, llenas de dibujos y de letras. Me sentí un anciano, no lo niego. Cuando vi que en el lugar además se vendían libros –malos, best-​sellers y autoayuda; nada que ver con la música– sentí pena.