Plaza de la Solidaridad

Si bien el comercio se ha apoderado de la plaza, sigue estando atravesada esta plaza por otras actividades como los señores jugando ajedrez o los chicos amantes de la plaza freak intercambiando tarjetas de animé y cosas que a ellos les gustan.
En la vendimia pregunte por una que otra cosa y los precios resultaron más baratos que en otros lados.
Yo llevé a una amiga foránea a esta plaza para que viera esta apropiación del espacio público y fue un éxito, así que la incluyo para el recorrido turista.

Lo bueno: un monumento a la entrega ciudadana ante la comunidad afectada en el terremoto del 85. Lo malo: la solidaridad rodeada de vendimia… francamente destaca más el descuido de un área que más bien parece ser un simple tianguis que un sitio conmemorativo. De no saber el lugar preciso del monumento, hallarlo entre las lonas es toda una proeza.
Lo peor: que el asta del monumento, símbolo de la plaza, sea utilizado por los ambulantes para levantar sus puestos… ni hablar.

La «Plaza de la senectud» como yo le llamo es un jardín en el Centro Histórico rodeado por la Alameda Central, el Parque Alameda, el hotel Fiesta Inn, unas oficinas de Telmex, el Museo Mural Diego Rivera y un par de cafeterías. De la senectud porque es de todos los días ver a señores de edad avanzada sentados a las orillas de las jardineras o en bancas echando la plática sabia, también se les observa jugando ajedrez y domino. Así que ese sector de nuestra sociedad tiene un espacio adecuado para ellos en este lugar.
Aquí he llegado a descansar después de una caminata por el Centro, o a conversar con alguien al salir del cine Real que igual está a unos pasos.
La plaza es decorada con una escultura de unas manos estrechadas justo en el centro, haciendo honor al nombre del espacio, o «dando la paz» como se dice en las iglesias.

El 19 de septiembre a las 7:19 de la mañana, ocurrió un tremendo temblor que aún hace cimbrar en la memoria a aquellos que lo vivieron. Con una intensidad de 8.3 grados Richter varios edificios se vinieron abajo debido al movimiento telúrico, y uno de esos fue el Hotel Regis, que se ubicaba en la esquina de Juárez con Doctor Mora.
Del lujoso inmueble que fue demolido debido a los enormes daños en su estructura en noviembre de 1985, se pueden mencionar multiples historias: un video que la banda española Mecano filmó ahí, cuando María Félix y Jorge Negrete pasaron su luna de miel en la Suite Presidencial, o la historia peculiar de un hombre que vivió 40 años en la azotea del hotel y falleció junto con el Regis.
Tras su derrumbe y eventual demolición, del Regis no queda más que el recuerdo de quienes lo vieron entero o despedazado por la naturaleza, junto con un espacio denominado «Plaza de la Solidaridad» que fue dedicado a aquellos que fallecieron tras el terremoto de 1985. En dicha plaza, cada 19 de septiembre se le lleva una corona de flores y se hace una en la que se honra a las bajas provocadas.
En su momento, dicha plaza albergó un Carrusel con detalles que hacían regresarr a uno a inicios del siglo XX, pero supongo que por la baja afluencia de visitantes, este tuvo que cerrar y sólo quedan las bancas, las jardineras junto con el mastil sostenido por varias manos que representan a la gente que, a la brava, ayudó a los ciudadanos de la capital mexicana.

Este espacio verde es muy especial pues surgió ante la caída del lujoso Hotel Regis en el terremoto de 1985 que destruyo a buena parte de la ciudad.
Por desgracia, muchas personas que trabajaban y se hospedaban en el antiguo hotel de 8 pisos perdieron la vida.
En lo que hoy es «La Plaza de la Solidaridad» (bautizada así seguramente durante el Salinismo) en honor de las victimas del Regís y el de todas las personas caídas en ese día, se levanta un mástil sostenido por unas manos escultóricas.
Ayer marcado por la tragedia, hoy lo es por el comercio y esparcimiento. Aquí los fines de semana, hay muchos puestos de accesorios y ropa autóctona perfecta para los turistas extranjeros. También aquí se organizan partidas de ajedrez donde sus jugadores son en su mayoría señores de la tercera edad y resulta interesante «echar la reta» o simplemente presenciar una buena partida del mismo.
Desgraciadamente, no todo es perfecto. No hay bancas y algunos ambulantes ya se adueñaron de la banqueta que da con Balderas.
«La Plaza de la Solidaridad» es un lugar interesante para sentarte a descansar y disfrutar de la quietud del DF en una tarde entre semana.

Siempre he pensado que el ombigo de la ciudad no es el Zócalo sino esta pequeña plaza. El Hotel Hilton, al otro lado de la calle, la alimenta de turistas de primer mundo; su cercanía con la colonia Guerrero, de personajes barriobajeros. Oficinistas, niños, hipsters, vagabundos pegados a una estopa. Todo un mosaico de personas que va y viene sin parar. Aunque la imagen más típica de la Plaza de la Solidaridad es la de los ancianos que en silencio juegan ajedrez durante horas, frente al Museo Diego Rivera. Sólo ellos parecen no tener prisa.
Los desastres naturales son trucos de magia a gran escala: ahora lo ves, ahora no lo ves. Antes aquí había un hotel. El más popular de la Ciudad de México: El Regis. El terremoto del 85 lo destruyó en dos segundos. En honor a todas las personas y edificios que la naturaleza borró se construyó la Plaza de la Solidaridad. Un monumento peculiar le dio su nombre: al centro de la plaza, un par de gigantes manos de bronce empuñan un asta bandera; la comunidad gay, por supuesto, no tardó en encontrarle un significado menos solemne.
Los fines de semana, decenas de puestos ambulantes, tacos y artesanías se instalan entre las jardineras. Hay tlacoyos, pambazos, tacos y gente que lee las cartas. A veces, si hay suerte, un sonidero de barrio se instala en las estrechas explanadas y los mejores bailarines de la Guerrero vienen aquí a lucirse desde temprano. Todo desaparece a las once de la noche, entonces el lugar se torna siniestro y mejor tener cuidado. No hay iluminación y la oscuridad funciona como un telón donde la delincuencia es sutil pero evidente. Sin embargo, al fondo, así sean las cuatro de la mañana, así la ciudad se esté caiga de nuevo, siempre habrá un par de ajedrecistas emperrados en una partida imposible.