Mi libro favorito es El Manantial de Ayn Rand. Se trata de un arquitecto cuyo único propósito es llevar a cabo su visión en la realidad de lo que debe ser un edificio. Estoy parafraseando, pero me gusta cuando el protagonista Howard Roark dice que no entiende porque a le gente le gusta el mar, que para él el mar es un espacio vacío y sin sentido, que no hay nada como el perfil de los rascacielos de Manhattan elevándose sobre el horizonte al acercarse a la ciudad desde la bahía, que estar entre esos edificios le hacía sentir que todo era posible. De más chavo llegué a ir a Santa Fe. No tenía varo como para consumir en alguno de los establecimientos. Solo quería sentir la verticalidad de las construcciones, caminar bajo su sombra, ver dibujados sus perfiles desafiando a las laderas. No me importó que no fuera el lugar menos amigable para el peatón en el que jamás haya estado o lo complicado de las vialidades y la comunicación terrestre. Sólo quería estar ahi. Ahora he comido mucho ahí, he visitado varios lugares, es un sitio recurrente que disfruto más sin tener que lidiar con cruces mortales en anchas avenidas o luego de horas de traslado. Hay tiendas exclusivas, chocolates únicos, cines cómodos, el centro comercial más grande de américa Latina, escuelas, toda clase deservicios, lugares, plazas, espectáculos. En muy poco espacio hay de todo y de lo mejor. El único lugar en la Ciudad de México donde yo he tenido esa sensación de que todo es posible es al entrar desde reforma a la autopista a 180km/h(no lo hagan, es imprudente, yo se) y ver erigirse los perfiles rectos de las construcciones a los costados y por encima de las estribaciones montañosas. El recorrido dura apenas pocos minutos pero en ningún otro sitio puedes sentir eso.