Iba pasando por la Carretera Federal y al tratar de hacer un atajo, me metí al estacionamiento del Chedraui. Me llamó mucho la atención un letrero como de pergamino y traía tiempo, así que me estacioné y me bajé a curiosear. Era, como un joven súper amable me informó, una escuela de inglés para niños y en eso escuché las palabras mágicas«también es un bazar», sonó a música para mis oídos, ya que me urgen muebles para mi casa, que hasta ahora está un poco, por no decir bastante pelona. La verdad es que me interesó casi todo lo que vendían, el chavo, que después me enteré que se llamaba Pablo, fue súper atento y nos mejoró hasta el precio y todo, no traía efectivo suficiente para pagar y él muy accesible me propuso apartarme las mesas que quería y en eso, detrás de una laptop, se asomó una señora norteamericana y levantando la voz en tono de doñita regañona le dijo a Pablo(en ese regaño sin razón de ser, supe que quien tan amablemente me atendía, se llamaba Pablo), que ella no iba a apartar nada, desde antes había sido súper grosera con él quejándose del precio que me había dado, a mí ni me volteó a ver, supongo que pensó que no hablaba inglés y aunque no lo hablara, no lo considero razón suficiente para tratar mal a nadie. El caso es que obviamente no compré, su trato no me dejó con ganas de volver y no pude evitar cuestionarme, ¿ella es la maestra de inglés?, ¿para niños?