Fui a desayunar ahí dos veces. Una vez con mi novia, otra con una amiga. A la primera tuve suerte de ir por un dia de gran sol y disfrutamos la sombra del parasol y el calorcito que nos llegaba, y una vista a la Iglesia de San Francisco buenisima: no muy cerca ni demasiado lejos. A la segunda, menos suerte, tiempo lluvioso nos quedamos adentro. La decoración es original y no muy cargada. Desde las mesas podemos ver a los cocineros trabajar. Los meseros son agradables y atentos. Al nivel de comida, tuve un flechazo por sus chilaquiles rojos. Son picantemente ricas ! No recuerdo lo que tomaron mis acompañantes de comer recuerdo que era rico también, pero no recuerdo que era. Igual comer ahí vale la pena, y no es caro considerando la ubicación. Otra ventaja a la hora que fuimos siempre por la mañana, no había mucha gente. El café de olla esta rico también, y realmente no hace falta ponerle azúcar, pueden ponérselo pero no cambia nada. Después de decir todo eso, ¿por qué no le pongo unas 5 estrellas al lugar? Porque a la segunda vez con mi amiga le sirvieron su café con leche en una tasa manchada de labial. Es de creer que no limpian las tasas después de retirarlas de las mesas antes de redistribuirlas. Aparte de esa pequeña mancha en la experiencia del lugar, lo recomiendo fuertemente a cualquiera que quiera disfrutar un buen y barato desayuno en terraza con una bonita vista.