Al llegar al lugar tuvimos un cálido recibimiento, nos sentamos adentro en una cómoda mesa con silloncitos(por temor a la lluvia), sin embargo cuentan con una terracita techada por si se quieren aventurar. Pedimos un par de bebidas frías, un chai latte para él y una malteada de vainilla para compartir con el retoño. Comenzamos con una ensalada Robben’s de espinacas, manzana verde, panela, tomatitos cherry y balsámico de miel, muy fresca y bien balanceados los ingredientes. Luego vino un panini Napolitan de pan integral de cebolla, con una cama de pollo y lechuga prosciutto y provolone, para acompañarlo nos acercaron unos chilitos güeros — que encantaron a mi marido-, y un par de aderezos: perejil y chipotle(aquí entre nos, me quedo con el segundo), cada mordida fue disfrutada con singular alegría, calientito y crujiente. Seguimos con una pasta Alfredo, acompañados de trozos de pechuga de pollo jugositos y una canastita de pan con ajo, queso y mantequilla, exquisita combinación. En este punto casi quedábamos satisfechos cuando hacen su aparición estelar dos mini funnel cakes, su famoso Never Summer con plátano y fresa, una bola de helado de vainilla al centro y no pude distinguir si era chocolate o nutella encima, y el llamado Strawberry Jam repleto de fresas en glasé sobre nutella, acompañados de una malteada de chocolate — antojo del marido — simplemente delicioso.