Volvíamos de un festival achicharrados en el coche, con ganas de recuperar las horas de sueño que habíamos cambiado por música y bailoteos y con el estómago hinchado de tanta pizzakebab y roncola. A 310º C dentro del coche se produjo la siguiente conversación: — «Oye, habría que parar a comer algo… Tú que eres de Alicante, piensa en algún sitio» — «Mmm… podemos ir a una hamburguesería que hay en una gasolinera» — «What? No hombre… piensa en algo un poco más currado, que venimos de comer basura» — «No, no, confiad en mí, que os va a gustar. Está en una gasolinera, pero está brutal» Y pese a la desconfianza, EFECTIVAMENTE, BRUTAL. Entramos en la gasolinera y allí estaba, aparcadito, un puestecito de hamburguesas de lo más estadounidense. Luces de néón(apagadas, que era de día), pizarras con precios y menús y los alimentos a vista de todos. Tras el mostrador, un chico amable y simpático que nos explicó que todos los alimentos eran biológicos y ecológicos, y que todo lo preparaba allí mismo, así que tendríamos que esperar un poco para saciar nuestra gula resacosa. ¿El resultado de la espera? Un menú de hamburguesa completa(con queso, bacon, salsa especial Bloom, cebolla, lechuga y tomate) con un cartuchito de patatas recién cortadas y fritas(algunas con trocitos de piel y todo!) y una coca-cola de las grandotas(que también se agradece mucho en estos casos) por solo 6,90 €. Un sitio escondido y único en la ciudad pero que merece MUCHO la pena buscar. Estoy segura de que en mis próximos viajes a Alicante, haré más de una visita a «ese puestecito en la gasolinera» que además, te acoge en un espacio con plantas y banquitos de madera que te hacen pensar que estás en el mismísimo campo.