De todo lo que visité en Almería y alrededores en mi último viaje, sin duda lo más impactante y lo que me marcó profundamente fue la visita a los refugios de la guerra civil. Uno ha escuchado multitud de historias y relatos sobre esta horrible tragedia de la historia reciente de nuestro país, pero hasta que no se ahonda en persona en los enclaves que fueron testigos mudos del sufrimiento humano y se retrotrae a esos oscuros años, no se puede hacer a la idea de cuan grande fue el horror de los que vivieron aquí, de un bando o de otro. Almería era una ciudad muy aislada del resto de las ciudades y fue la última andaluza en caer y de las últimas de España antes del fin del conflicto. La visita comienza con un vídeo explicativo de unos 20 minutos donde supervivientes de los bombardeos explican sus experiencias, la construcción de las galerías y el transcurso de la vida con los bombardeos como protagonistas. La ciudad de Almería sufrió 52 bombardeos por aire y mar. Se decidió así construir unos refugios subterráneos, con más de 4 kilómetros de longitud en total, un quirófano y capacidad para albergar a unos 37.000 habitantes de la ciudad por la época. Estos fueron diseñados por el arquitecto local Guillermo Langle Rubio, convirtiéndose en unos de los más importantes y mejor conservados a nivel europeo. Hoy forman parte de la red de Lugares de Memoria Histórica de la Junta de Andalucía. Los inicios de las obras comenzaron en 1937 y se construyeron en poco más de un año, con importante ayuda de mano de obra voluntaria de la población civil. Tan sólo existe un plano original, que se supone incompleto, impreso en papel cebolla y datado del año 1937. Asimismo, existían entradas privadas a los refugios, desde domicilios particulares, como el del mismo arquitecto y los de gente adinerada. Hubo alguna gente solidaria que, durante los ataques, dejaba las puertas de sus casas abiertas con un lazo negro y letreros de «REFUGIO», indicando que se disponía de una conexión al refugio, facilitando la entrada de toda la población posible ante el aviso de bombardeo inminente. Existían unas normas de conducta no escritas dentro del refugio. No se podía fumar para no perjudicar la ventilación, y no se podía hablar de política ni de religión para evitar disputas. Además, la entrada de armas estaba prohibida. Tras la guerra, estas galerías se sellaron y cayeron en el olvido. Fue en 2001 cuando se redescubrieron accidentalmente en unas obras cercanas, dando paso a su rehabilitación y posterior apertura al público de algunos tramos. El diseño de los mismos indican que fueron pensados de forma inteligente: a una profundidad de 9 metros bajo la superficie a salvo del impacto de las bombas, con las secciones más bajas incluso bajo el nivel del mar(hay algunas paredes en las que se ven las filtraciones con salitre). Existen galerías para refugiarse propiamente, de unos dos metros de anchura y con bancos a los laterales donde sentarse o tumbarse; y galerías de conexión, que eran más estrechas y sólo de paso. Las escaleras tienen forma de L y las galerías tienen tabiques transversales para frenar y minimizar el efecto de la onda expansiva si alguna bomba caía en la entrada de un refugio. Todas las galerías y salas tienen bóveda de cañón, estando todas las paredes cubiertas por hormigón inyectado y sillería de tipo ciclópeo de 60 centímetros de espesor. Hay un centenar aproximadamente de entradas a la galería principal que se visita, actualmente la mayoría selladas. Hay multitud de refugios públicos y privados y evidentemente no están todos interconectados. El más largo, el que está bajo el Paseo de Almería, es el que está abierto al público. Como curiosidad, en los cristales de acceso y salida del refugio están dibujados los mapas de muchos de ellos. El refugio principal contaba con un almacén de alimentos, a mayor profundidad del nivel principal, con una entrada cercana al mercado de Almería, para abastecerse en caso de bombardeos duraderos. Incluso dispone de un quirófano y sala de curas para atender a los heridos y a los enfermos, construído poco después de la llegada de los supervivientes de la masacre de la carretera Málaga-Almería. A diferencia del resto de los refugios, cuyo suelo original era de tierra apisonada, el quirófano estaba pavimentado con baldosas de mármol ajedrezado y paredes de azulejo, impermeable. Todo el material quirúrgico para la musealización es donado, salvo el lavabo que es original. Existía un generador de electricidad junto al quirófano, que dotaba de luz a toda la galería. Cuando había una amenaza de bombardeo, todas las luces de Almería se apagaban, incluídas las de los refugios, para evitar blancos fáciles. Todas menos una: la del quirófano. También hay garabatos en algunas paredes, algunas hechas por niños que dramáticamente escenifican un bombardeo como algo cotidiano del día a día. … Hay que visitarlo. Imprescindible. Todavía se me ponen los pelos de punta al escribir y releer esta reseña.