Reconozco que me dejé obcecar por una cosa que leí: ‘servimos el vino en copas Riedel’. Sí vas con la idea de tomarte un buen vino y te dicen que te lo servirán en unas buenas copas, para un entusiasta del vino, hastiado de tomar el vino en copas horrendas, unas Riedel son el paraíso. Recuerdo que tomé un timbal de bacalao. Todo al punto. El bacalao muy buen desmenuzado, nada salado, bien astilloso pero cremoso a la vez. Acompañado con judías blancas y pimiento rojo. Las judías mantequilla pura, nada leñosas y el pimiento con su crepitar característico mientras lo muerdes. De segundo magret de pato con confitura de tomate. Menudo escándalo de plato. Son de esos platos que te hacen llorar por el polinomio de solución real que supone la conjunción de sus ingredientes y su elaboración. De postre una crema catalana, casera, como no. Increíble. El único punto negativo son sus servicios. Podrían ser un poco más agradables. Todo y esto se merece las cinco estrellas.