El mundo del marketing a veces es despiadado. Sus folletos prometen«Safari Aventura» con rutas a caballo y en dromedario atravesando«bosques, sendas naturales, campo, montaña, acompañados por un guía», casi, casi una expedición al Himalaya con un sherpa pero en la apacible campiña cántabra. También aseguran que se podrán admirar«ciervos en estado de semilibertad, alpacas de los Andes y otros animales» y con un poco de suerte a lo mejor fieros leones y algún gamusino. La realidad, que tantas veces ha demostrado superar a la ficción, en este caso se queda más bien insustancial; todas esas proyecciones de exotismo y andanzas se quedan en frustración quijotesca. Los camellos y los caballos, casi lo único real de todo lo prometido, están ahí pero se los ve faltos de cariño y de vitaminas. Los increíbles parajes naturales se reducen a un descampado cercano por el que te dan alguna vuelta y la variada fauna visible es la que tienen en un terrenillo acotado con unos cervatillos asustados que se cobijan entre la maleza, la esperada alpaca y alguna que otra cabra. Ellos lo llaman safari, yo lo llamo fullería.