242

Sitio curiosón como pocos.
Durante un tiempo viví encima de este local. Durante las noches, oíamos música, ruidos, veíamos gente tambalearse a las 10 de la mañana ante nuestro portal, discusiones, peleas.
Digamos que, durante un tiempo, vivimos la experiencia vecinal de tener un negocio de estas características en la puerta de casa.
Nada molesto, eh? Los porteros siempre nos trataron con amabilidad, poniendo una cara de circunstancias, de «perdón, que le vamos a hacer, son un atajo de borrachos».
Luego, con el tiempo, lo exploramos un par de veces. No esta mal, electronica, buenos dj’s, copas habituales y una fauna… estrambótica.
No es como para ir cada fin de semana, pero vale la pena visitarlo alguna vez.

Tengo la mejor carta de presentación para este sitio: una pelea en el barro. Así conocí el 242, con dos mujeres tiradas en una piscina de barro, luchando a golpe de lodo y de pechos.
Esa fue mi entrada en el 242, la fiesta Súper Vixens. Lesbianas heredando lo mejor de las películas de Russ Meyers. Música de lujo cortesía de deejays con sugerentes nombres. Sorteos de juguetitos para adultos que te derretirán de placer. Chicos Jaggermaister de muy buen ver. Y un ambientazo de primera. Yo no me pierdo la siguiente. Espero que vosotros tampoco.

La primera vez que fui empecé a tener conocimiento de que estaba allí cuando debíamos marcharnos. La segunda ya viví la «242 experience» en toda regla.
Musicote en volúmenes adecuados (nada de equipos o pc’s en los que el sonido sale en modo ambiente). Un after sin necesidad de estar destrangis. Por eso la entrada son 10 euros con copa. Una vez dentro verás que al estar en unas horas poco adecuadas, se darán momentos «pago yo» o «no, pago yo, no me hagas esto».
Cuando hay que cerrar siempre he encontrado porteros pacientes, que intentan mover al personal de la puerta, cual súper héroes que luchan por el bien de los vecinos. Nunca vi a ninguno de ellos perder los nervios, algo que debería ser así siempre y por norma, porque con dos dedos de frente se sabe que la situación lo requiere.

Huuu que noche aquella! No había forma alguna de que me fuera a dormir. Atrás habían quedado los bares iniciales y recién terminada la discoteca tradicional, las opciones para continuar festejando no abundan. Alguien mencionó un número: «242». Y para allí fuimos. Se trataba de un afterhour bastante interesante. No tenía ninguna gana de volver a meterme en un sitio oscuro sin música y lleno de colgados. Por eso me alegré cuando descubrí que en este local la música sigue sonando, claro que no hay espacio para ritmos furiosos como el drum and base. Pero igual se podía bailar. Bastante concurrido y con la fauna normal de los que a las 8 de la mañana siguen de fiesta: jóvenes desaliñados, chicas modernas y algún que otro transexual. Pero todo con el mayor respeto. Cuatro horas más de parranda y a dormir… si puedo.