A un estanco puedes entrar de dos formas: o entrar, pedir y marcharte, o quedarte a hablar, aunque que sea del tiempo. No se si depende todo del tipo de persona que entra, o si también influye el estanquero que te atiende. El Estanco Bescos me pilla un poco(bastante) lejos de casa, pero siempre que tengo que hacer algo por la zona o voy andando al centro, prefiero comprar aquí el tabaco que en otros estancos más cercanos. No se cual de las tres personas que me han atendido allí es la más simpática, creo que todos van a la par. Ya que tenemos un vicio caro y nada saludable, como mínimo que, cuando lo compramos, te devuelvan una sonrisa. Créeme, no es una práctica muy extendida en los demás estancos de esta parte de l’Eixample.