Creo que estoy profundamente enamorado de este lugar. «¿Qué os parece si vamos a un asador, en el que la tarde de los domingos hacen un bingo?», dijo alguien en nuestro último día en Bilbao, con toda la BAJONA post Aste Nagusia. Yo, evidentemente, no pude decir que no. Y allá que nos fuimos. Primero de todo: no te presentes allí sin reserva. Nosotros lo hicimos, y vi como en su cara se dibujaba un pequeño «oh cielos, a ver dónde meto yo ahora a toda esta gente». Bien nos podían haber invitado amablemente a que nos buscásemos la vida, y sin embargo nos pidieron esperar un momento. Pedimos dos jarritas de cerveza, y allí estuvimos a zuritos, hasta que con un poco de magia, un par de lloros y moviendo todos los hilos que pudimos, nos dieron una mesa, en la terraza, al ladito de la ría. El Zubiburu es un asador de pollos, fundamentalmente. También hay algunas cosas ricas que puedes compartir, como la ensaladilla, para ir abriendo boca. Nosotros pedimos tres pollos asados, unas ensaladas, ensaladilla rusa(porque yo me empeñé) y unas rabas. Las rabas riquísimas, crujientes, deliciosas. La ensaladilla no supera a la de mi madre(mamá, si lees esto, tu ensaladilla no tiene parangón), pero se quedaba muy cerca, y las ensaladas eran impresionantes, con muchísima enjundia. Capítulo aparte merece el pollo. ¡DELICIOSO! Asado, con la piel crujiente, jugoso, impresionante. No pudimos resistirnos a pedir postres, que aunque no son caseros, no están nada mal. Yo tomé un yogur de Pastoret muy rico, así que, aunque no haya postres caseros, que sepáis que los que hay, son de calidad. Me reservo un capítulo aparte para el servicio, completamente cubierto de brillantina del Pimpilimpausa(una de las txoznas más populares del Aste Nagusia, en la que con solo acercarte terminabas cubierto de purpurina en tu totalidad). Los dos camareros que nos atendieron fueron, sinceramente, de lo mejor que me he echado en mi vida. Rápidos como ellos solos, simpatiquísimos y con un puntito canalla absolutamente irresistible. La frase de «¿es que no sabéis contar? ¡Mirad que esto no es pollo de bolsa!» se ha quedado grabada en nuestro imaginario peculiar. Todavía a día de hoy nos despiporramos de la risa cuando la recordamos. Terminamos absolutamente enamorados de todos los camareros, tanto es así que fantaseamos con no volver nunca a Madrid mientras degustábamos un delicioso gin tonic a orillas de la ría. En serio, si vais a Bilbao, por favor, visitad este lugar. Lo merece. La próxima vez, por cierto, nos vamos a pedir el lunes y vamos a quedarnos al bingo. Eso tiene que ser tremendo.