Es un bar muy, muy pequeño. Antiguo, típico de pueblo, pero de los de hace alguna década; castizo. De estos que no te llaman a entrar por su apariencia, pero que a cualquiera de la zona a quien preguntes dónde almorzar bien o dónde tomarte un buen café te lo recomendarían. Si entras no esperes maravillas en su decoración, ni wifi gratis, ni nada de todas esas moderneces. En cambio sí puedes esperar, y lo tendrás, un servicio rápido; atento cual abuela con su nieto por parte de la camarera, que también se ocupa de la cocina y de cualquier otro menester dentro del bar; buena calidad –y cantidad– de comida en los almuerzos y uno de los mejores cafés que he probado en esta zona, aunque esto es algo muy personal y sobre gustos nada está escrito. Tiene una terraza cubierta por tres lados en la acera, que en verano suelen levantar un poco el toldo que da a la parte de la carretera para que corra más el aire; al estar en la parte alta de Buñol eso de que corra el aire es real, no una utopía como ocurre abajo. Gracias a la terraza normalmente tendrás sitio si pasas por allí, si sólo contase la parte de dentro sería demasiado fácil llenar el local con«cuatro gatos» dentro.