No les pongo 5 estrellas porque sus champiñones al ajillo son completamente obviables y, de hecho, parece que los acabaran de sacar de un bote, les hubieran puesto una mezcla de ajo y jamón preparada previamente y guardada en nevera, y luego lo hubieran calentado todo mal: serosos, medio blandurrios y medio gomosos, poco sabrosos… Y esto es una auténtica pena, ya que el resto de la comida es magnífica: nos hemos comido unas paletillas de cordero lechal asadas al horno de leña que, sin ser las mejores de este planeta, quizá sí pudieran ocupar podio si se lo plantearan; estaban en su punto y eran del tamaño suficiente para no ser«ovejo» viejo, pero para llenarte el estómago. Ah, y vienen acompañadas de unas patatas panaderas muy ricas. He tenido que comerme además, obligatoriamente, 2 barritas de pan para mojar, que está también en su punto, no muy cocido y blandito, ¡justo como a mí me gusta! Los postres caseros también muy buenos: la tarta de queso con arándanos y nata exquisita, la tarta de zanahoria con zanahoria real por encima muy buena(especialmente si eres más de bizcocho que de frosting), y la mousse de chocolate bien densa y con sabor a algo que no ha salido, aparentemente, de un sobre. Además, la terraza cubierta para comer con mantel está ideada de tal manera que, aunque te pongan al borde, intuyendo las piscinas naturales que quedan al lado, no te da el sol ni hace calor, cosa importantísima para los que odiamos los atributos de la estival estación. Y los camareros han sido muy agradables y serviciales, y en los baños podrías haber comido un huevo frito en el suelo. Aparte de esto, también tienen otra terraza tan grande como la de los manteles(que es bastante impresionante), pero más veraniega, para picotear y tomar cañas, o puedes elegir sentarte en alguna de las pocas mesas que tienen dentro o en la barra. Ah, y tienen hostal por si acabas tan cocido que has de echarte la siesta. Había leído cosas malas sobre ellos pero, si obviamos los champiñones, que han deslucido bastante el conjunto, chapeau.