Dais

Ya empieza el calor y andaba en busca y captura de unas sandalias cómodas que permitieran a mis pinreles catar el aire de forma más próxima; así, de tú a tú, sin barreras. Sin siquiera saber qué tenían, ni si me iba a gustar, se me acercó la dueña interesándose por lo que estaba buscando. Es la primera vez que voy a esta tienda y me declaro ya fan incondicional de esta mujer.
La tienda estaba bastante llena, ¿pero dirás que eso le importa? ¡Para nada! La mujer no se estresa, y pese a que cada uno estamos buscándola, cual águila acechando a su presa, para pedir diferentes números, colores, preguntas diversas, etc. ¡No pasa nada! Nada le impedía mostrar un trato atento y cercano a cada uno. Y no creáis que no: comprobé si tenía clones –no preguntéis cómo – ; no tiene, es sólo una persona. Sólo una, pero que vale por varias; de ese tipo de personas que si cambiara de tienda y se fuera a otro sitio, irías allá donde fuera porque el trato es exquisito.
En cuanto al local en sí, principalmente es una zapatería; tanto de mujer como de hombre, aunque tienen algo más de surtido femenino que masculino. Tienen bastantes ofertas en pares sueltos, y si pillas alguno que sea de tu número puedes llevártelo a casa tirado de precio. También hacen arreglos de calzado: suelas gastadas, trozos despegados, imperfecciones, etc. Como una zapatería, más o menos. Y si de paso necesitas conjuntar algún zapato con bufandas, fulares, alguna pulserita chula, cinturones, collares, etc, también es posible que salgas servido.
Si al final os preguntáis si salí de la tienda cargado con las sandalias cómodas que buscaba: ¡sí, las encontré! Y con un trato tan bueno como el que he recibido he salido de la tienda más feliz que una perdiz. Y no, no sé exactamente por qué las perdices son tan felices, pero todo el mundo sabe que lo son.