Llegamos allí una mañana de sábado, en la que llovía como si no hubiera un mañana, un poco con la esperanza de que alguien decidiese que llovía en demasía y que así no se podía jugar de ninguna de las maneras. Pero no: en el paintball, como en la guerra, se juega sí o sí, haga frío, llueva o haga calor. Aunque lo más tortuoso fue, sin duda, el camino para llegar hasta allí, que está en el medio de la nada. Un camino de tierra sin asfaltar y con más baches que una calzada romana. ¡Imagínate cómo se pone eso cuando llueve! De algunos charcos pueden aparecer hasta cocodrilos. Aparcamos los coches en el parking y pasamos a prepararnos para la batalla. A los chicos se les provee de un mono, encargado de recibir los bolazos de pintura(pero no de protegerte del DOLOR, porque creedme, esa mierda DUELE) y a las chicas les dan además un protector para el torso. Pero vamos, que no es antibalas, ni mucho menos. Después, te rellenan la pistola de aire comprimido y te dan las protecciones. Ojo que aquí te dan máscara, pero no es enteriza, así que la parte de encima de tu cabeza queda al descubierto, y la trasera también. ¡Chichones para todos! Por fin, tras unas cuantas fotos y algún que otro consejo de parte de nuestro instructor, entramos al campo de tiro. La pistola pesa bastante, y algunas están un poco fastidiadas(la mía me la tuvieron que cambiar, se rompió la tapa de un bolazo y bastante bolas fueron a parar al suelo). Lo que más me gustó es que Megacampo tiene hasta ocho escenarios diferentes, y vas pasando por algunos de ellos. Hay uno que hasta es un pueblo, que en mi opinión es el que más mola… Porque te puedes meter dentro de una casa y disparar a diestro y siniestro a cubierto. Cuando vi la primera bola pasar por al lado de mi oreja me di cuenta de que ese juego no era para mí. Aunque parezca que no, las bolas llevan una fuerza increíble, y cuando aciertan en ti es bastante doloroso. Hasta el punto de que te dejan un moratón que dura una semana entera. Si te aciertan tres veces seguidas al lado, es como si te estuvieran dando latigazos sin parar. AYAYAY! Yo he de reconocer que soy muy poco aventurero. Algunas de las personas con las que iba se lo pasaron mejor, tienen más resistencia al dolor o lo que sea. Yo no. Yo soy de los cobardicas que se agazapan detrás de una barrera y rezan para que no les toque ninguna bola. ¡Supongo que estoy condenado a morir en cualquier apocalipsis zombie! Mi consejo: lleva un gorro, para taparte la cabeza. Primero porque al menos reducirá un poco el impacto de la bola(he tenido un chichón unos cuantos días) y segundo porque aunque la pintura sale muy bien de la ropa, no sale tan bien del pelo. ¿Repetiría? Yo, definitivamente, no. No es lo mío. Pero he de reconocer que siempre me había llamado la atención, y me alegro mucho de haber ido. Ideal para aficionados a los videojuegos y gente a la que le gusta la acción. Eso sí, Megacampo es ideal para esto: los ocho escenarios hacen que –al menos– los juegos sean diferentes cada vez.