Este ejemplo de la arquitectura más temprana de Gaudí es, sin duda, uno de los mayores reclamos turísticos de Comillas. Sin embargo, a pesar de lo que me gustan los girasoles, muchas de las soluciones decorativas elegidas para esta casa de un adinerado indiano no acabaron de convencerme. Sí que pueden encontrarse los elementos más loables de este tipo de diseño arquitectónico como son las formas orgánicas o los interiores modernos con suelos y techos de madera y con un invernadero que ahora usan como sala para enseñar a los cientos de visitantes un video informativo sobre la construcción. Lo entiendo, dado que la casa es pequeña, el jardín recatado — a pesar de la gruta, que recuerda a un rincón del parque Güell en miniatura– y la reforma interior que han hecho no demasiado sobresaliente: pintura titanlux y tres replicas malísimas de los modelos de sillas del famosos arquitecto. Entiendo la falta de presupuesto, pero la entrada cuesta cinco euros y algo mejor se podía haber hecho. Influye mucho el haber acudido durante el periodo estival, con las consecuentes hordas de turistas armados con palos de selfie, pero, aún así, la visita no me entusiasmó y me hizo volver a pensar en Gaudí como negocio y en los 25 euros que cuesta entrar en la Sagrada Familia.