Ahora mismo, en lo más alto de mi corazoncico culinario en Conil este restaurante vasco andalú. Del matrimonio imperfecto de un chef vasco y un servicio gaditano puede salir cualquier cosa. De este, ha surgido como hijo bastardo un gastro-bar con materia prima de la tierra, acento puesto en el atún y alguna reminiscencia hacia los chuletones de la hostia que abundan por el norte. Decorado como si fuera un lounge, en tonos negros y techos altos, con música chill out su ambiente es más propio para cenar que para comer. No hacen esmero con las copas, una de cada padre, y la cubertería es normal(ita), no hay mantel sino el cubre comensales de celulosa que se está extendiendo como la polvora, más barato que un mantel. En lo que viene siendo la manduca el nivel es alto en pinchos generosos e imaginativos donde se nota la buena mano de la cocina al tratar una buena materia prima. La carta no es muy extensa(y aunque no tienen de todo lo que anuncian) y es recomendable todo empezando desde las croquetas, como toma de contacto del nivel de un restaurante. Reza la carta –con gracia-, que aquí las tapas se hacen al momento, que si tenías prisa, hubieras venido antes Pisha! Recomendado el cacito(yema de huevo sobre una crema de patata simulando una clara con lascas de foie y boletus edulis) para pringar y no parar por la exageración de 5 €. La elsa pataki, Sashimi de atún con salsa teriyaki y de soja absolutamente delicioso, un chuleton troceado con foie, y acompañado por patatas fritas y pimientos de padrón. Recomendable pedir solo un par de platos/pinchos por cabeza y compartir y probar de todo. Hay algún pincho que falla como el chapapote de bacalao(bacalao en tempura de tinta de sepia) o algún otro. Pero en general platos imaginativos y muy ricos. Ahm, no tienen café.