Grandísimo hallazgo, gracias a una recomendación familiar, que convirtió nuestra escala en Figueres en una buena caminata para arriba y para abajo pero con un maravilloso oasis de comida y bebida. Esta cadena catalana está especializada en hamburguesas preparadas con producto local combinadas con platos de embutido alemanes, aunque en su carta también puede encontrarse bocadillos, carnes y tapas. El colofón son las cervezas, de las que tienen una variedad de tercios de importación respetable + ¡su propia marca! De la que siempre me arrepentiré no haber pedido(excusa perfecta para volver). Las hamburguesas tenían pintaza y había 20 combinaciones diferentes, así que ni miramos el resto de la carta más que por encima, pero lo que más sorprende era que ninguna de ellas llegaba siquiera a los 5 euros. Esto sí que es felicidad, y además resultaron de las que te permiten morder sin sufrir un esguince de mandíbula en cada bocado. Escogimos dos riquísimas(la 3 y la 20) y las acompañamos con sus famosas patatas bravas, que por desgracia resultaron venir bastante frías. Lo que más me gustó de este local es que el espacio es casi infinito, hay cientos de mesas en el local y otros cientos en su terraza, no exagero. Nosotras, al saber que tenían esa terraza interior, fuimos directas y alucinamos cuando vimos que no es que fuera un patio sino que daba a un parque entero. Fuera se come bastante a gusto pero no puedo evitar quitarle una estrella por la cantidad de moscas que la comida al aire acerca. También hacia última hora se despistó un poco el servicio y tardaron media hora entre que pedimos la cuenta y nos la trajeron, menos mal que no teníamos que coger más trenes. Por lo demás, recomiendo muchísimo que lo probéis en todos los sentidos, desde explorar la carta hasta cotillear el cuarto de baño. No defrauda.