Este pequeño barecillo(por no decir barucho) de una calle de Granada cualquiera, en el que si no es por esta reseña nadie se fijaría, tiene los mejores churros que he probado en mi vida. No es que yo sea una maestra churrera no, ni he hecho catas ni nada de eso. Pero es que a mí, que no me gustan los churros y soy más de buñuelos(de calabaza y en Fallas) ¡me gustan! Se nota que la gente del barrio conoce a los dueños, un matrimonio de edad avanzada que en cuanto llegas y pides lanza la masa al aceite para hacértelos en el momento. Nada de recalentados ni fríos, y no pasa ni un segundo cuando ya le han pedido la siguiente ración, así que ahí no paran quietos un minuto. Un café con churros son dos euros y no te los acabas, en serio. Pero aún hay más: en Andalucía los churros son como las porras de Valencia, grandes y gordos, pues aquí son tremendos, y si los pides para llevar no sabes lo que estás haciendo, te arrean un papel envuelto lleno de porrazas en aceite y con dos euros come toda la familia y sobra. En serio, no me van mucho los churros pero cada vez que vamos a Granada como cae una visita gracias a mi señor marido, pues como que me animo. En realidad casi mejor que en Valencia estén malos y sean más caros ¡mis arterias lo agradecen!