A ver, hablar de La Cueva es hablar de uno de los grandes clásicos de Jerez. Pero no todos los clásicos envejecen igual de bien respecto a la competencia y los nuevos tiempos. A su favor tiene que era el único sitio que encontramos abierto un domingo de julio en Jerez(sí, estamos en crisis y en Andalucía, pero se ve que los hosteleros prefieren la playa al trabajo, en fin), así que llegamos aquí más por descarte que por otra cosa. Pese a que a priori parecía una buena elección, vamos a iniciar la crítica con algo primordial: en el salón hacía un calor se órdago. Si a los 30º que hacía en la calle le sumamos que el salón estaba repleto(de guiris) más el efecto de un vino blanco calentorro y eficaz, tenemos como resultado que uno se arrepiente de no comprar los ventiladores pequeñitos del Tiger. Calor infernal. El servicio, por cierto, lento y desganado(excepto el encargado, pero uno no lo puede hacer todo). De la comida que pedimos, los primeros eran gazpachos y salmorejos: correctos, pero nada más. Los segundos merecen un capítulo aparte; creo que yo le pongo más cariño al pescado. Algo pasado y seco, el mostrador que vimos al principio tenía toda la pinta de un bodegón impresionista, ya que tenía gran presencia, pero podía ser de la misma época que Manet. La carne tampoco era gran cosa, ya que se olvidaron de servir el plato y llegó con poca gracia a la mesa. Creo que nos va a ser difícil repetir sitio, al menos conmigo.