Amor de Dios

Mi escuela de flamenco. Entrar en Amor de Dios es algo que transmite una energía brutal: madera antigua, fotos de bailarines, gente improvisando guitarra en los pasillos y clases medio abiertas donde suenan zapateados (algunos de gran calidad).
Aunque parezca una escuela, realmente es un estudio de danza donde los profesores alquilan sus aulas, por eso solo puedo recomendar a mi profesora Lina Fonteboa, una crack.
Los precios no son especialmente populares (vamos, que no es carísima, pero no cuesta como una escuela de barrio), a cambio tienes clases a cualquier hora y muchas opciones de profesores.
Pese a eso os aseguro que cuando entras hay algo que te engancha, el año pasado intenté apuntarme y definitivamente no pude. Desde entonces he estado un año sólo pensando en que quería entrar a aprender ahí, y no me arrepiento de la elección.

Una escuela de flamenco donde, sin duda, encontraràs a los màs grandes maestros del baile flamenco. Es algo cara, pero están siempre los mejores. la calidad se paga.

Es impresionante la tradición bailonga que hay en Madrid, especialmente conozco los sitios que están en Lavapies y, de entre ellos, este es el más mítico.
Si vas entre semana, verás corriendo por los pasillos a un montón de personas con zapatos de taconeo corriendo por los pasillos, estirando en los descansillos, cambiándose a todo correr o espanzurradas en la sala de descanso. Cada vez que entro me transporto a Fama, de Alan Parker y espero encontrarme a Leroy en cualquier momento, eso sí con sangre flamenca…
Es impresionante la cantidad de aulas que hay, la cantidad de clases que se imparten y la ingente cantidad de bailaores y bailaoras que pueblan los espacios. Es curioso ver cómo en pleno centro de la ciudad existe un bastión flamenco en el que suenan taconeos incesantes y se siente la vibración del baile a cada momento.
No sólo se imparten clases de flamenco, aunque sí son la mayoría, porque se alquilan las salas a aquellos profesores que quieran dar cualquier disciplina; ahora, eso sí, hay muchas salas que de tanto taconeo tienen astillado el suelo y para otros bailes es poco práctico, ya que acabas con los pies llenos de maderitas clavadas.
Una indicación, no tiene puerta directa a la calle, por lo que hay que entrar a través del mercado de Antón Martín. Es muy curioso cuando llegas al centro y ves cruzarse a los autóctonos del barrio, bolsa de la compra en mano, con las bailaoras cargando con sus bártulos.