Abierto hace relativamente poco, Buenas y Dulces es el típico lugar donde darte un capricho(o dos, o tres, o todos los que sean). Entrar es quererlo absolutamente todo, querer comértelo todo, porque su repostería tiene una pinta de escándalo. No es muy grande, de hecho es bastante pequeño, pero tiene el espacio justo como para que te sientes en su barra o en una pequeña mesa, a disfrutar del producto 100% natural que tienen, hecho a mano y en el que no hay trampa ni cartón. Los días que hace sol también hay una mesita fuera, y allí puedes desayunar y ponerte cual lagarto a tomar el Sol con la tripa llena, es una auténtica maravilla. Y si no tienes mucha mano con los postres(como me pasa a mí) siempre puedes comprar algo y quedar de lujo.