Operarse la miopía es una decisión que hay que tomar con calma, mucha calma. Tanta que yo me he tirado del orden de años pensando«tengo que ir a hacerme las pruebas» y, una vez hechas, me costó casi seis meses dar el paso para hacerlo. Es probable que la Clínica Baviera no sea el lugar más económico de todas las clínicas de cirugía oftálmica que hay en la ciudad, pero hay determinadas cosas en las que no está de más dejarse llevar un poco por la impresión que te causan los sitios de buenas a primeras. Las consultas(que en mi caso estaban en el número veinte del paseo de la Castellana) están equipadas con algunos de los mejores aparatos de medición que he visto en mi vida. Así que por extensión pensé que los quirófanos(que están en este edificio) serían igual. Y no me equivocaba, la verdad. Pero lo peor es que, una vez me hicieron las pruebas, llegaron las malas noticias: por las características de mi ojo, no era posible asegurarme un éxito total en el procedimiento más sencillo, el láser, pero sí una sustancial mejora. Para conseguir los efectos que yo quería, necesitaría otro tipo de intervención más aparatosa, por así decirlo. El médico no me aconsejó(con muy buen tino me dijo que era una decisión que debía tomar yo), así que así me dejó durante varias semanas hasta que decidí que tenía que hacerlo. Opté por el procedimiento más engorroso, pero también que indicaba mayor porcentaje de éxito, y aunque hace menos de una semana que me he operado, he de decir que estoy absolutamente encantado. Me operaron los ojos por separado(primero el izquierdo, luego el derecho) con una semana de diferencia. Lo digo porque, el primer día, iba absolutamente acojonado. Siempre he sido bastante aprensivo con mis ojos, por lo que esto me daba auténtico pavor. Afortunadamente, no había nada que temer: el personal es realmente cercano, en todo momento me explicaban qué iban a hacerme y qué iba a pasar luego y siempre me sentí acompañado y apoyado. El doctor era muy simpático, e incluso me dio charla durante parte del procedimiento para calmar mis nervios. Y sobre todo no me mintieron: tiendo a desconfiar cuando un médico o una enfermera me dice«son diez minutos, de verdad, no te vas a enterar», pero en este caso son diez minutos y te enteras, pero pasa tan rápido que casi ni te das cuenta. Ahora creo que esos diez minutos(veinte en total, si sumamos los que se llevó cada ojo) han sido los más caros de mi vida… pero también creo que operarme ha sido la mejor decisión que he tomado nunca. Yo, que estaba BASTANTE cegato, he descubierto el mundo otra vez al despertarme y no tener que pensar dónde puse las gafas la noche anterior. Y el posoperatorio está siendo tan sencillo que muchas noches, antes de acostarme, pienso que me tengo que quitar las lentillas. Cualquier día me meto el dedo en el ojo sin darme cuenta, por pura inercia. No veo el momento de ir a la playa y saber dónde está mi sombrilla, viendo perfectamente a todo el mundo y sin que el mar parezca un enorme caldo con garbanzos(las cabezas de la gente).