Y por ahí bajaba yo muerto de hambre una mañana de cuaresma, a un buen trecho aún de la hora de la comida cuando, de repente, sin avisar, me ponen delante esta pastelería, que ni vi que era una pastelería ni nada, sino que vi en el escaparate un cartel la mar de sexy que decía: TORRIJAS. De cabeza me lancé a probar una y madre mía qué rica la torrija. Vale que para proporcionar unos correctos datos científicos tendré que volver a probarlas SIN hambre. Pero me sacrificaré. Todo sea por la ciencia.