En este restaurante hemos celebrado ya varias reuniones familiares, y es muy conocido en el barrio por su calidad y su marisco. El aspecto viejuno puede echar atrás a algún dudoso paseante, pero de verdad que la comida es estupenda. De entrantes empezamos con unas tortillitas de camarones, un pulpito y un revuelto de setas. Como no soy de marisco, pues le hincamos le diente a un bacalao del chef y a un solomillo al cabrales. Los postres son caseros. Unos 50 € por persona, si pedís vino y postres.