Farmacia Cascorro

Siento discrepar con los compañeros. Pero es que hacen una cosa que no me gusta: no traen la píldora del día después. Hacen una objeción de conciencia de estas ocultas. Y no me gusta la idea de no venderla, la verdad.
Además, también me dijeron que una medicación que necesitaba para el perro era imposible de encontrar, que no le iba a localizar en ninguna farmacia, y fui a otra y la tenían a espuertas.
No sé, no sé. Yo ya voy a otras.

Una farmacia no deja de ser una farmacia, lo mires como lo mires. Pero lo bueno de estos negocios es que son bastante antiguos y llevan entre nosotros tooooda la vida. Por eso existen farmacias como esta, que mantiene la estructura y la decoración original.
Lo cierto es que tiene una mampara de cristal que la desmerece bastante, pero por detrás se mantiene la estructura original de madera que sostiene una subplanta en la que están colocados, además de medicamentos modernos, vasijas, botes y demás cacharros de la antigua farmacia.
A pesar de ser una farmacia antigua, los dependientes son muy jóvenes y de trato amable, en las ocasiones que he ido les he visto hablando con los viejitos del barrio de forma muy familiar, y además son muy cordiales con los nuevos. Otro puntazo: es una farmacia que abre doce horas de lunes a sábado y, claro, los domingos cuando les toca guardia.

Esta farmacia es, como diría cualquier vecino de La Latina, «de toda la vida». Y, por las características del propio barrio, aquí las farmacias cumplen una función muy especial. Me explico: una gran parte de la población de esta zona de Madrid la componen personas mayores (uno de los dos grupos humanos más numerosos allí. El otro son los inmigrantes). Para ellos, el farmacéutico juega a menudo un papel equiparable al de «consejero espiritual». Estamos hablando de gente que en muchas ocasiones consume más de diez medicamentos distintos al día, y que, por sus distintas dolencias y/​o achaques, confieren a los fármacos unas cualidades casi mágicas (sea por sus propiedades o por el «efecto placebo», lo cierto es que éstos les hacen la vida más llevadera, que no es poca cosa). Para estas personas, por lo tanto, la farmacia es un servicio fundamental.
Pues bien: he podido ver en acción al personal de la Farmacia Cascorro, y me quito el sombrero. Siempre dispuestos a escuchar pacientemente a sus clientes, buena parte de ellos de edad avanzada, para recomendarles en cada caso qué les viene mejor, para explicarles cómo funciona tal o cual medicamento y para disuadirles de la automedicación. Y siempre con un trato cariñoso y cercano, empleando con cada cliente el tiempo que sea necesario. Vamos, que da gusto entrar a comprar lo que sea. En tiempos en los que cada vez se trata más a las personas como números, alegra encontrar sitios donde te saludan con un «buenos días, ¿cómo andamos hoy?», mientras te ofrecen la mejor de las sonrisas.